Vivir la calle



Leído en “Cuando los niños dicen basta¡”, de Francesco Tonucci (p. 99), disponible en la Biblioteca de Gandia:

"Hay que ayudar a los niños a salir solos de casa, hay que ayudar a los padres ano tener miedo a hacer que los niños salgan solos de casa, hay que ayudar a las ciudades a que vuelvan a habituarse a que los niños estén en la calle. Los niños son realmente poderoso indicadores ambientales: si están visibles, presentes, en movimiento en los espacios públicos, indican un ambiente sano, agradable y seguro....

Antes, hace pocas décadas, la entrada de la mayor parte de las casas de la ciudad daba a la calle, a la calle daban las ventanas del primer piso, y las casas eran bajas, de dos otres pisos. Las personas pasaban el tiempo asomadas a las ventanas para observar los coches, a los paseantes o para charlar con los vecinos de enfrente. Se salía de casa para entrar en las casas vecinas, para pedir algo, para contar cosas propias y para conocer a otros.. En las noches de verano, mientras los niños podían jugar también después de la cena, los adultos llevaban fuera las sillas y esperaban la oscuridad conversando. En este tejido social, los niños vivían con suficiente libertad controlados por lo que se llamaba “vecindario".

Por suerte, en muchas partes de España aún conservamos estas costumbres, y aquí, en La Safor, también podemos ver en las noches de verano a la gente sacando sus sillas a la calle.. todo un plaver que no deberíamos dejar perder.

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